Desconocemos si las cabezas pensantes de este proyecto musical, David Cabello y Óscar Martorell (este también componente del grupo Sanjays), discurrieron en el género pornográfico de origen japonés a la hora de elegir el nombre de su grupo, si bien, como en la práctica sexual salpican de lo lindo, aunque lo hacen con canciones, para nuestra tranquilidad. Pero vista la imagen que ilustra su portada, donde una máscara con aires orientales tiene el principal protagonismo, puede que tenga algún tipo de relación con el país nipón, así como por el título de una de sus canciones (‘A Hundred Tracks To Japan’). En su primera referencia para el sello independiente barcelonés Bankrobber, la pareja musical presenta ocho composiciones donde el dub, el hip hop, la electrónica, el jazz, la experimentación y la psicodelia tienen algo que decir. Sí, estos estilos son los predominantes en un disco cuidado hasta el más mínimo detalle donde la clase sale a reducir de principio a fin. Nos viene a la mente el remezclado No Protection (Virgin, 1995) de los ingleses Massive Attack, donde el músico guyanés Mad Professor dio una vuelta de tuerca a los cortes originales creando un nuevo sonido repleto de downtempo, trip hop y dub. Podría ser un claro ejemplo para explicar de qué va este largo en el que tontean con el funky (‘Birth Date’), utilizan instrumentos como el contrabajo y el saxofón (‘Abril’), juguetean tras una misteriosa introducción con teclados (‘To My Dog’) y hasta rozan la perfección del ritmo (‘Where Is The Pavillion?’). Quizá los oídos menos acostumbrados a lo experimental y lo bizarro no lo encuentren demasiado atractivo, aunque somos de los que piensan que los buenos discos mejoran según pasan las escuchas y este merece sonar una y otra vez en el reproductor de turno.
[Texto]: Alfredo Rodríguez
