Reportaje: Premios de la Música Independiente

Hoy lunes 25 de junio ha tenido lugar la ceremonia de entrega de los Premios UFI, siendo esta una pequeña visión bajo nuestro punto de vista…

Recién llegados a casa tras la entrega de los Premios de la Música Independiente nos lanzamos con este pequeño artículo vistas las reacciones en Twitter, donde se ha seguido masivamente la gala celebrada en el madrileño Teatro Arteria Coliseum. Previamente queremos felicitar a personas que merecen la pena, luchan por la música y sentimos que su esfuerzo y trabajo son óptimos: Los Chikos Del Maíz y BOA Música, la familia Marxophone/I’m An Artist, El Columpio Asesino y Mushroom Pillow, Álvaro Pérez-Fajardo de The Fly Factory y la sala El Sol de Madrid.

Invitados asistimos gustosamente al evento donde, sorprendidos, vimos a todos los presentes celebrar el acto con cerveza y jamón pero nos cobraban un botella de agua a precio de festival. Tendremos que empezar a alcoholizarnos para ser normales, está claro. El habitual photo-call, saludos, presentaciones y sí, comienzan los peloteos, alabanzas y sonrisas varias donde todo el que es avispado se lleva a casa una buena colección de contactos. Tras los citados parabienes continuó la «fiesta», una gala conducida por el actor y presentador de televisión Arturo Valls, quien estuvo a la altura incluso a pesar de confundir el nombre de la marca de cerveza patrocinadora del evento (preparado o no, un aplauso). Los premios fueron lo de menos, eso está claro, pues lo verdaderamente curioso (aquí nos llueven las críticas) es que esto se organiza por y para amigos, dejando fuera a muchas personas que deberían optar a lo mismo, bien sean artistas, promotores, salas de conciertos, festivales y demás participantes en este particular «mundillo de la música», ese que muchos no quieren entrar en el mismo y otros están deseando usurpar. Porque, amigos, esto se hace con y por dinero, donde los más beneficiados son quienes ponen la pasta y poco más.

De la gala nos llevamos muchos recuerdos y detalles pero lo más curioso es ver a Mariskal Romero, uno de esos dinosaurios del periodismo musical patrio, hacer su habitual numerito y recibir una sonada ovación por el mundo indie (casi todos los eran, es un hecho) tras increpar a la SGAE y su manera de gestionar el «cotarro». Del resto poco más de la mano de un par de proclamas políticas, mensajes ocultos, nervios en los discursos, agradecimientos, actuaciones en directo, fotos, aplausos, risas y un guión prácticamente marcado sin nada fuera de lo normal.

Resumen: apoyen a más músicos, salas de conciertos, discográficas, festivales, medios de comunicación y dejen entrar a los menores a las salas de conciertos, pues la juventud es la esencia que necesita la música, no solo los adultos. Y que esto no sirva para que se sientan ofendidos los de siempre, sino para recapacitar y ver que hay mucho más allá de lo propuesto, pese a quien pese.

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