Cuando los ingleses comenzaron su andadura musical hace diecisiete años seguramente querían dedicarse a la música toda su vida, pero con el paso de los años y la publicación de nuevos discos, ni en el mejor de los casos imaginaban seguir donde se encuentran en estos momentos. Y es que a pesar de seguir teniendo bastante repercusión en territorio británico, fuera de su país nunca han logrado tener la misma popularidad. En su séptimo larga duración los de Twickenham siguen facturando buenas canciones, pero en el cómputo global de su discografía continúan siendo un poco insustanciales. En sus diez nuevas composiciones producidas por Matthew Twaites (Foxes, The Electric Soft Parade, Zahara) el cuarteto tiene algunos momentos de lucidez gracias a temas como ‘Screwdriver’ y ‘Cenopath’ en los que suenan convincentes. En otros, por contra, parecen cortados por un patrón demasiado predecible e incluso aburrido (‘History Has Its Eyes On You’, ‘Campfire Song’, ‘Watching Yourself Slowly Disappear’), alargando un tracklist que suena demasiado lineal. Con la publicación prevista para el pasado mes de septiembre, los problemas de salud de su vocalista Blaine Harrison obligaron a cambiar la fecha de lanzamiento de su nuevo trabajo discográfico, tanto que han tenido que pasar siete meses para poder escuchar la nueva música del cuarteto londinense. Y si con su sexto LP Curve Of The Earth (Caroline International, 2016) parecía que su camino tenía otras intenciones, en su séptima referencia parece que han vuelto a seguir por la misma senda creativa en la que van dando bandazos sin saber bien su recorrido. Muchos veían su propuesta en una hipotética línea sucesora para llenar estadios como sus compatriotas Coldplay y Muse, pero ni por asomo, nunca llegarán a esas cotas de protagonismo si no centran su carrera y continúan vagando por carreteras llenas de curvas.
Alfredo Rodríguez