Pet Shop Boys @ Palacio Vistalegre. Madrid. 08.07.2009

[Pet Shop Boys @ Palacio Vistalegre. Madrid. 08.07.2009]
[Promotor: Doctor Music Concerts]

Tanto fans como crítica coinciden desde el pasado 24 de marzo: savia nueva es lo que han transferido Pet Shop Boys a su música con su último ábum, Yes (Parlophone, 2009). Y para demostrarlo en directo nacía el «Pandemonium Tour», una gira mundial que tenía parada también en la capital española. Desde hace años, el apartado musical «en vivo» de los británicos se mantiene por sí sólo mediante dos únicas coordenadas: un pequeño laboratorio donde se recluye y juega Chris Lowe, y la capacidad vocal de Neil Tennant. Si el primero dispone de sus pócimas en forma encapsulada y sólo tiene que apretar los botones adecuados en los momentos precisos y la sedosa voz del segundo pierde enteros entre la maraña «ruidista», ¿cuál es entonces la gracia de un concierto suyo? Bueno, si los PSB fueron rupturistas en los 80 con el uso de sintetizadores, a través de esa capacidad lisérgica de acompañar o embadurnar la esencia del pop clásico con la magnificencia que aporta una orquesta digital, su vanguardismo en escena ha ido siempre aún más allá.

Pet Shop Boys en una imagen promocional de archivo

En este tour se traduce en un espectáculo que alienta esa intimidad de la retórica de lo cotidiano a través de proyecciones visuales y coreografías mediante una clave: los cubos. Hexaedros regulares como cabezas de las coristas/bailarinas, como pantallas donde proyectar los vídeos, como ladrillos de un telón de fondo. De esa guisa -cubos en vez de cabezas- surgieron ambos componentes entre las primeras luces, mientras sonaban los primeros acordes de ‘Heart’. El repertorio, de corte clásico (los discos Please, Actually e Introspective marcaron el rumbo), se mantuvo constante, revitalizando su sonido y desprovisto de gran parte de la producción que en su día definía cada hit (o incluso abasteciéndoles de nuevas estructuras y líneas melódicas de base). Temas como ‘Love Comes Quickly’ o ‘Two Divided By Zero’ sonaron más asépticos y minimalistas, envueltos con bases más bailables o pausadas dependiendo del matiz que quisieron aportar. Pero no se olvidaron, claro está, del «gancho»: los (6) temas del invitado de honor, Yes, barrieron. Precisamente en ellos Tennant mostró mayor emotividad y aptitud vocal, junto a clásicos como ‘Always On My Mind’. Durante el resto del show, las antaño vibrantes melodías de estudio surgieron de su garganta con una tibieza inusitada. Obviando la culpabilidad de la mesa técnica y la acústica del recinto -y sin descartar la motivación o la edad del protagonista (ironías aparte)-, más de uno pensará que ese «pasar de puntillas con premura» por algunos temas podría obedecer a cierta sensación de hastío por parte del propio cantante con el repertorio (¿deseando terminar lo antes posible?) Lo mismo habrá quien opine que esa fluidez al presentar argumentos musicales en forma de medleys dotan al conjunto de una sensación de continuo perfecto para una pieza única, el show como un solo ente. El caso es que tampoco las canciones que sonaban enteras disponían del cuerpo necesario para constituirse por sí mismas como momentos álgidos que acompañaran a la escenografía y no al revés, como debiera ser. Dividido a su vez en cuatro episodios, el espectáculo refleja el espíritu moderno, erótico-perturbador, socializador e introspectivo del pop del dúo. Con un principio basado en ‘Did You See Me Coming?’, ‘Pandemonium’ y ‘Love etc.’ y vídeos donde personas encerradas en un habitáculo y píxeles fundido con imágenes del dúo eran los protagonistas del único telón de fondo que se intuía en escena, el final de ‘Building A Wall’ derrumbó esa primera estructura de proyecciones, a cuyos restos se encaramaron dos gimnastas para entonar el primer tema que puso «patas arriba» la pista: ‘Go West’.

Pet Shop Boys en un instante del directo en su gira

La segunda parte, más informal, dio pie a la interacción de las coreografías con Tennant por todo el escenario (hasta Lowe se marcó unos pases con los figurantes en ‘Why Don’t We Live Together). Una nueva etapa se abrió con ‘Do I have to?’ y ‘King’s Cross’, donde el frac y la pajarita de los comienzos de la carrera de Tennant marcaron visualmente la escena junto a las desavenencias amorosas de dos figurantes al compás de la elegancia y sensualidad de ‘The Way It Used To Be’ o ‘Jealousy’. Finalmente, los bailarines se erigieron protagonistas de la ultima terna de marcado carácter urbanita con referencias a un planeta globalizado (‘Suburbia’, ‘All Over The World’ y ‘Se A Vida E’) mientras la gente, desencadenada, jaleaba sus piruetas y volteretas al ritmo de ‘Discoteca’. Y cuando entre la locura parecía que atacaban ‘Domino Dancing’, llegó una versión actual y repleta de ironía, el ‘VivaLa Vida’ de Coldplay, con un Neil Tennant disfrazado de rey medieval destronado. Después, saltó por los aires la segunda estructura cúbica que aún permanecía en pie y el cantante se degañitó con ‘It’s A Sin’, paso previo para culminar en bises con ‘Being Boring’ y, por supuesto, ‘West End Girls’.

[Texto]: Álvaro Martín Revuelta
[Fotografías]: Jordi Martín